miércoles, 11 de octubre de 2017

Opinión: El día de la gran orgía nacional




El día de la gran orgía nacional


HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA
11 DE OCTUBRE DE 2017



Este país necesitaba un bálsamo patrio. Puigdemont y compañía se han esforzado bastante para proporcionarlo. El aparato propagandístico del Estado ha obrado el resto, sin despeinarse.


Mañana es la Fiesta Nacional de España. Hasta 1987 fue, oficialmente, el Día de la Hispanidad en conmemoración del descubrimiento de Las Indias por un genovés desorientado. De lo que pasó con los ꞌindiosꞌ durante más de 300 años ya han dado buena cuenta cronistas e historiadores, de ayer y de hoy. A Franco le gustaba más llamarlo “Día de la Raza”. Tres días después de celebrarlo en 1940, el 15 de octubre de ese año, fusiló a Lluís Companys, president de la Generalitat en el exilio.
Con estos mimbres, España saca pecho todos los años y se viene arriba. Eso lo hace España, entendida como mera abstracción, porque los españoles suelen irse de puente. Las personalidades políticas se quedan en Madrid junto a la familia real para disfrutar de la parada militar: una exhibición de fuerza y poderío. ¡Ahí, marcando paquete! Después les podrán partir la cara a lo Cuba y Filipinas, pero siempre podrán cantar aquello de Les Luthiers: «Perdimos, perdimos, perdimos… otra vez».
Mañana no. Mañana será muy diferente. Y esta vez el patriotismo no tendrá nada que ver con aquellos 12 goles a la potente selección de Malta ni con la conquista de un título mundial de fútbol.
Anuncian un desfile más largo y novedades, como la presencia de la Policía Nacional, 30 años olvidada para tales menesteres. Y aunque nada tengan que ver estos cambios ─según dicen los organizadores─ con lo acontecido en Catalunya, el tufo a propaganda ꞌantiprocésꞌ resulta más que notorio.
Envuelto en telas rojas y gualdas, el pueblo, mañana, experimentará el infinito placer de su reafirmación identitaria en una bacanal patriótica sin parangón en la más reciente historia de España.
Una gran fiesta. Una orgía imponente. “Gentes de cien mil raleas, nobles, villanos, prohombres y gusanos”, como canta un catalán, compartirán “pan, mujer y galán”. Pero llegará la noche y después el día. Otro día. Y descubrirán el absurdo de lo que es tan efímero. Tan artificial.
Porque, por encima de todo, la realidad anunciará su regreso, sin bandos ni trompetas: simplemente con su presencia. No entiende de símbolos ni banderas. Que cada cual arree con la suya, a ver de qué le sirven los colores.

Y en plena resaca, aturdidos aún por el desenfreno, habrán de padecer la monótona constancia de un martinete: «yo soy español, español, español…».

4 comentarios:

  1. Es especialmente inquietante tanta claridad en la opinión. ¡Qué felicidad para algunos y qué desdicha para otros!....¡pongamos que nada de ello es importante!...Pongamos que todo termina remitiéndonos a la prima de riesgo y que los hechos nos pueden a todos. https://www.datosmacro.com/prima-riesgo/espana
    ¿Podemos hacer algo que nos aleje de ese desenfreno supranacional y pensar que nos importa un bledo? En realidad, queda poco claro lo que nos conmueve y lo que nos motiva, cuando se pone en entredicho la supervivencia de una ideología, incluso de una mera idea...porque la finitud del ser y de su posibilidad de crear lo que imagina poder hacer, nos recuerda que contiene los límites en su propio desarrollo.

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  2. Muchísimas gracias por tu lectura y tu comentario, muy brillante, por cierto.

    No sé ciertamente si la claridad es un atributo tangible de una opinión determinada. Puede ser acertada, o no, bien fundamentada, o no, más o menos pertinente, más o menos oportuna, transgresora o condescendiente, interesada (casi siempre) o neutral (casi nunca). Por definición es subjetiva y, por vocación, libre. Esto último, lamentablemente, no se da ni en todos los lugares ni en todos los momentos ni en todos los contextos. El silencio también es libre y, sobre todo, menos arriesgado.

    Por tanto, y según esta argumentación, lo inquietante, de serlo, no sería la claridad sino el contenido del juicio opinativo manifestado. Una opinión no debería ser nunca inquietante, si no anuncia una decisión que pueda afectar la vida de alguna otra persona. En este sentido, la inquietud vendría más determinada por el emisor que por el mensaje; es obvio que las opiniones de Rajoy, Merkel, Trump o Kim Jong-un pueden llegar a ser terroríficamente inquietantes por la posibilidad —derivada del poder que ostentan— de traducirse en hechos, no siempre beneficiosos para todos. Si, por poner un ejemplo, el líder coreano 'opina' que es conveniente arrojar una bomba atómica sobre Andalucía, yo me inquietaría. Y mucho.

    En esta misma línea discursiva, otras opiniones que me resultan merecedoras de miedo son las de los mercados financieros. Poco sé de macroeconomía, debo reconocerlo, pero después de leer la definición de 'prima de riesgo', a través del enlace que citas, soy capaz de imaginar a unos señores desconocidos y elegantemente trajeados, a los que nadie ha votado, penalizando con intereses bancarios a todo un país, como España, porque 'opinan' que es menos de fiar que Alemania, el patrón de referencia. Y esa desconfianza la pagarán los de siempre: de la clase media para abajo y en intensidad creciente. Precisamente esta mañana, de camino al trabajo, escuchaba en la radio una frase reveladora: «No hay nada más miedoso que un millón de dólares».

    Nuestra realidad no es tanto la prima de riesgo como que el poder real y el gobierno de los pueblos están en manos del temor de unos pocos a perder algo de lo mucho que poseen. Frente a esto, de capital importancia, las banderas resultan hasta ridículas, si me apuras. Y precisamente por ello escribí que la realidad no entiende de símbolos ni de banderas.

    Somos finitos, sí, porque somos mortales. Pero como supongo que tú también debes saber, hay valores, ideas y anhelos —nobles, justos y legítimos— que no lo son, y que sobreviven en la memoria colectiva a través de las generaciones. La codicia, la envidia, la intolerancia, la insolidaridad, la violencia, la crueldad, la prepotencia, la soberbia, la mentira, la manipulación y la mezquindad son también atributos exclusivos del ser humano que no mueren con él. Y lo que es peor: casi siempre ganan.

    Reitero mi agradecimiento por tu aportación a este debate.

    Saludos cordiales

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  3. Entiendo que el significado de inquietante tiene para ti ese matiz, que yo no ponía, de temor o miedo. Para mí, el significado de inquietante referido a la claridad expositiva de tu mensaje era el de despertar el ánimo, darle un toque a la conciencia, remover un poco los esquemas que nos han introyectado. Pero sí es cierto que pongo en duda todo y también la noble determinación de ser superados por nuestras ideas más valiosas y estimables para una sociedad, que en gran medida crece en su lado oscuro.
    Me reconforta que personas con ideales y con esa claridad expositiva en su opinión, sigan inquietando mentes, manteniendo algo despierto el cerebro fuera de los modelos mayormente aceptados. Por ello, agradezco también las aclaraciones, y quedo esperando con gusto sus artículos.

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  4. Es cierto mi interpretación no se ajustó a lo querías decir. En cualquier caso, escrito está. Y gracias, una vez más.

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