viernes, 22 de julio de 2016

Opinión: Violencia y propaganda



Víctimas de la propaganda

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

El hospital Carlos Haya está gravemente enfermo. Lo sabemos a ciencia cierta los que lo conocemos por trabajar en él desde hace más de un cuarto de siglo.
En realidad, el hospital malagueño es una más de las muchas víctimas que va dejando la epidemia que asola a la sanidad pública de Andalucía: los recortes de la Junta en materia de salud.
Informativamente hablando, estamos viviendo un verano incierto. A las noticias sobre la falta de cobertura de profesionales en urgencias y centros de salud, les suceden otras que muestran a Susana Díaz inaugurando centros sanitarios, o al consejero Aquilino Alonso celebrando el éxito de un trasplante de piel. Esto se llama propaganda.

Susana Díaz inaugura el Hospital del Guadalhorce                                   www.cartamaaldia.com


En estos días también nos enteramos de que dos profesionales de enfermería sufren agresiones físicas y verbales en el servicio de urgencias del hospital Carlos Haya (1). No son hechos aislados; puedo dar fe de que, lamentablemente, son cotidianos. Yo mismo, sin ir más lejos, he sido objeto de ellos.
Es posible que los usuarios entiendan que los trabajadores somos los responsables de las deficiencias que tienen que soportar. Es lógico que les cueste comprender que los únicos culpables son los mismos que ven en Canal Sur inaugurando obras o publicitando logros científicos. Cuando Susana Díaz se defiende de las críticas diciendo que el Sistema Sanitario Público de Andalucía es la «joya de la corona», está enviando un mensaje envenenado contra los profesionales.
La violencia es difícilmente justificable, menos aún cuando se ejerce cobardemente contra un trabajador. El nivel cultural tiene mucho que ver en todo esto. Sin los resortes de una educación consistente, los pueblos son muy vulnerables a las estrategias persuasivas de los poderes públicos.

Y al final pagan los justos y no los pecadores. Este es el poder de la propaganda política.


1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. El estado de crispación es generalizado y no saben qué, cuándo, dónde, cómo y porqué han de dirigir sus frustraciones. Pero sí son vulnerables a influencias, que pretenden desviar la mirada hacia otros chivos, miradas que apuntan y lanzan los dardos o como en ese caso reseñado, el tensiómetro.
    Tenías razón, pero me sigue pareciendo triste.

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