lunes, 13 de abril de 2015

Malditos trileros


Golpe rápido… y bajo

Héctor Muñoz. Málaga

Tras las elecciones andaluzas, la Dirección del hospital Carlos Haya de Málaga ha decidido alterar la jornada laboral de los médicos contratados en el servicio de urgencias, con la única finalidad de recortar sus ingresos.

Consumado. Les han cambiado la jornada, solamente los días laborables que están de guardia. Desde el 1 de abril hacen el mismo trabajo durante esas horas, el de siempre, pero les pagan entre 200 y 500 euros menos al mes, según los cálculos más optimistas. Abracadabra.

Según Pedro Rodríguez, jefe clínico de dicho servicio, tal medida le fue comunicada por el subdirector de personal y desarrollo profesional, Ramón Porras(1), en la semana siguiente a las recientes elecciones andaluzas, por lo que ha sido necesario reestructurar la organización programada con anterioridad.

Una vez más, el desprecio más absoluto por los médicos de urgencias. Una vez más, el valor de la responsabilidad y el del tremendo desgaste que supone ese trabajo, depreciado como si fuera un bono basura. Una vez más, muestran interés por los enfermos cuando hay una foto interesante o un hito tecnológico que impúdicamente se atribuyen; una medallita más para lucir, para medrar, para disfrazar la realidad.

A finales de enero, en periodo preelectoral, Susana Díaz anunció que a partir del 1 de marzo iba a convertir los contratos de los 8.500 eventuales a tiempo parcial (75%) del Servicio Andaluz de Salud (SAS), en contratos a tiempo completo (100%), como les había prometido.(2)

Así ha sido durante un mes para estos médicos de urgencias del hospital malagueño. Pero tras la victoria del PSOE, y antes siquiera de que se constituya el nuevo gobierno andaluz, los recortes, los de Díaz en este caso, han resucitado en plena Semana de Pasión y no vestidos de nazarenos, precisamente, más tan siniestros como sus figuras.

Según la fuente citada, no existe documento escrito que avale una decisión tan drástica: la explicación oficiosa es que se trata de un mal menor para conservar los puestos de trabajo. Todo se mueve a nivel verbal. El asunto pinta mal. No solo por el fondo (atentado laboral y ciudadano), sino por la forma: sin aviso, sin papeles y “esto es lo que hay”; una escena más propia del siglo XIX que de ese particular “estado del bienestar” que venden por papeletas.

A esto, en la jerga pugilística, podrían llamarle un jab: un puñetazo veloz y directo, a veces un golpe de engaño para otra acción posterior. Un golpe rápido… y bajo.


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