¿Podremos?
HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA
Que
nadie se lleve a engaño. El lunes 23,
a las siete y media de la mañana, el andaluz despertará
del dulce sueño de las promesas electorales de Susana y Moreno o de la pesadilla
de llevar meses soportando el peso del hormigón con el que están hechos sus
caretos. O lo que es más verosímil: de ambas cosas a la vez.
Que
nadie se engañe: el lunes 23 los mezquinos de arriba seguirán pisando a los
miserables de abajo. Con tiernas palabras y sonrisa compasiva. Con las excusas
de siempre y las botas de acero, las de diario. El parado, al paro. El
desahuciado a buscarse la vida. Los profesionales, al olvido. La cultura a la
televisión. Los libros al cajón. La ciencia al cuarto oscuro para seguir siendo
lascivamente abusada por políticos, expertos de mierda y grandes corporaciones.
La información, a un viento solo interesado en soplar siempre en la misma
dirección. La justicia a la cápsula del tiempo. La libertad a la Constitución. La
dignidad… al carajo.
Se acabó la fiesta, como dice Serrat: “La zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal”.
Que nadie se equivoque: el lunes 23 abrirán las bolsas y madrugarán los especuladores. Los mismos ineptos gestionarán hospitales y centros de enseñanza públicos, a lo mejor con traje limpio y nuevo pin en la solapa, pero con las uñas negras de trepar por la inmundicia, agarrarse al asfalto o arrastrarse por la mugre de los despachos.
Que nadie se equivoque: el lunes 23 abrirán las bolsas y madrugarán los especuladores. Los mismos ineptos gestionarán hospitales y centros de enseñanza públicos, a lo mejor con traje limpio y nuevo pin en la solapa, pero con las uñas negras de trepar por la inmundicia, agarrarse al asfalto o arrastrarse por la mugre de los despachos.
Desde
este blog se ha defendido la abstención ―y se defiende― como un derecho tan
respetable como el de votar[1]. La élite
mediática, aliada con la financiera y la política, se ha ocupado todos estos
años de reducir este fenómeno ―estadísticamente relevante― a una cifra
anecdótica que solo se menciona, y de soslayo, en los resultados electorales;
pocos análisis serios y desinteresados se han dedicado a esa minoría
aplastante de ciudadanos hartos de este sistema sucio, podrido, caduco
y acomodado.
Pudiera
ser que mañana estos desengañados ―muchos desde el 82― se liaran la manta a la
cabeza y se plantaran en su colegio electoral para votar a los que nunca han
estado y para echar sin paliativos a los hampones que han colonizado la
administración durante tantos años, desde San Telmo al último despacho del
rincón más perdido de la geografía andaluza.
Porque
peor, imposible: Andalucía está a la cola de Europa en empleo, la Junta está marcada por la
corrupción, maltrata y malpaga a sus abogados del turno de oficio, a sus
médicos y a otros muchos profesionales con responsabilidades imprescindibles
para que los valores constitucionales aspiren a ser algo más que letra impresa.
Mañana
la minoría
aplastante puede cambiar el rumbo, o al menos intentarlo, incluso
asumiendo el riesgo de volver a ser engañada. Ya no importa tanto por los que
puedan llegar ―entre los que, por cierto, hay gente muy preparada y desde luego
mucho más que la Díaz
o el Moreno― como por que se vaya de una jodida vez esta grey de babosas y
pisaverdes que solo saben colocarse en la foto y acopiar puntos para escalar en
su carrera política. Poder, se puede.
¿Podremos?