viernes, 16 de enero de 2015

Susana y las uvas: demagogia, populismo y mentiras

Susana y las uvas

HÉCTOR MUÑOZ. MÁLAGA

Este año tocaba en Almería: Canal Sur, la televisión pública de Andalucía, retransmitió desde la Alcazaba el discurso de la presidenta Díaz y, veintisiete horas después, las campanadas de noche vieja desde la plaza de la Catedral. Dos eventos clásicos, con distintos guiones, pero similares en su concepción mediática: el primero como un acto más de propaganda política, disfrazada de saludo y buenos deseos, y el segundo como un monumental espacio publicitario vestido de expresión popular que, además, ha dejado la anécdota de ofrecer a los espectadores solo cinco de las doce campanadas, por un error de continuidad en la programación. Dos mensajes persuasivos. A los andaluces les han sobrado siete uvas verdes y una Susana vestida de negro. Si mal acaba un año, peor comienza el siguiente.


“Él tenía una estrategia de comunicación, y yo otra, son distintas”. “Me siento más cómoda comunicando mis mensajes de otra manera”. Así ha justificado recientemente Susana Díaz, en una entrevista concedida a La Sexta[1], sus diferencias con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Sin duda, la Presidenta se refería a la llamada que hizo hace unos meses, en directo, el máximo dirigente socialista al programa cultural Sálvame (al móvil del presentador, el filólogo Jorge Javier Vázquez), para decir a los españoles que no le gustan las corridas de toros[2]. Esto sí que es populismo, y de baja gama. Además, los problemas entre Susana y Pedro no son de interés público. Los medios explotan este aspecto tangencial de la política española por audiencia, es decir, por dinero. Entre unos y otros terminan convirtiendo los problemas reales de la sociedad en un magacín rosa, con la intención de desviar la atención del personal. Y todos contentos: los medios por pasta y los políticos por puntos canjeables en las urnas.


Pedro Sánchez llama a Jorge Javier Vázquez

Susana Díaz es una presidenta no electa. Ningún andaluz la ha votado a día de hoy. Abogada y “diplomada en Alta Dirección de Instituciones Sociales por el Instituto Internacional San Telmo”, según la web de la Junta[3], a esta trianera no se le conoce otra ocupación que no sea la política, a la que llegó con 17 años. Y con casi 40 subió al trono andaluz tras la espantá de Griñán, su valedor. Por tanto, no es de extrañar que desde aquel momento haya dirigido su estrategia comunicativa a la captación de votos y simpatías. Su aparición en Canal Sur, su canal, el pasado 30 de diciembre, es digno de análisis. Un monumento a la demagogia.

Se celebran mil años desde la proclamación del Reino de Almería[4], una de las casi cuarenta taifas surgidas tras la disolución del Califato de Córdoba. Así, a bote pronto, parece una efeméride un tanto rebuscada. Pero allá que va Susana para felicitar a los andaluces desde la Alcazaba, como una reina mora vestida de luto riguroso[5]. El negro es un color que en nuestra cultura trasmite seriedad, sobriedad, austeridad, recogimiento, pena y dolor: “Me duele esta realidad y con sinceridad les digo que no veo motivo de celebración…”, dijo la susodicha. Pues quédese en su casa, señora Presidenta, y no venga a fastidiar la fiesta. “Ésa ha sido mi obsesión [el paro] desde que soy presidenta de la Junta…”. Ya se nota, señora Díaz, tiene usted el honor de presidir la región con más desempleo de la UE. Sus consejeros, delegados, secretarios, directores, gerentes y gerentillos no hacen otra cosa que recortar en recursos humanos para lo que se tercie, sea en salud o en educación. Y usted les pone la medalla correspondiente en forma de mejores cargos, carguetes o carguitos por el trabajo bien hecho. Tiene usted una cadena de mandos tan calamitosa como su propia gestión. Ni más, ni menos.


Discurso de Susana Díaz el 30 de diciembre de 2014


Por no hablar de corrupción, esa que usted llama “cáncer letal para la confianza de los ciudadanos en sus instituciones”, y que no solo se manifiesta en los grandes escándalos, como los ERE, sino que se palpa diariamente con nombramientos “de cargos de confianza” en todas ellas, desde la más compleja a la más básica, como la Gerencia del SAS o la subdirección de un hospital público, por poner dos ejemplos. Aunque le moleste, Susana, usted forma parte de la rancia casta política española, por mucho que lo quiera disimular con esa pose dramática bien aprendida desde sus años en las Juventudes Socialistas. La misma casta que la de Rajoy, Moreno, Arenas o Bendodo; o peor, porque usted se jacta de abanderar la guerra contra la desigualdad, pero solo sabe dar limosnas a los más pobres, joder a muchos profesionales, machacar a una clase media muy quemada y llegar a buenos acuerdos con la gran banca y las multinacionales, a las que no les roza un cabello. Hace lo mismo que aquéllos pero se afana más que ellos en que parezca un accidente. Es difícil ser más demagoga y más populista que usted.

Y para ello tiene a Canal Sur. En esto tampoco se distingue el Gobierno andaluz, 'de izquierdas', de la derecha clásica o del nacionalismo más cutre. Ni siquiera de Goebbels o de Stalin. Usa a su antojo la televisión pública para deformar los mensajes y encuadrar la realidad en su propia conveniencia. Todos los poderes lo hacen, al menos en España. Si Telemadrid es la campeona de la parcialidad, Canal Sur lleva un cuarto de siglo haciéndole la competencia. Así le va, claro; un medio deficitario que recurre a la copla, y más copla; a mostrar andaluces que viven privilegiadamente en los confines del mundo y que eshan de meno er hamón y er sarmoreho; a Juan y Medio con sus ancianos y sus niños, y a unos informativos encorsetados, descaradamente tendenciosos y de mala calidad. Canal Sur existe porque es necesario propagandísticamente. No lo duden. De otra forma no se entiende que los impuestos se gasten en una programación tan pacata. Y no faltan excelentes profesionales, pero resulta que los periodistas, los realizadores y los técnicos también tienen que pagar sus hipotecas; incluso sus hijos necesitan comer todos los días.

Una buena forma de amortizar los gastos del ente público RTVA, es contratando publicidad. Toda una declaración de independencia informativa. Y no cualquier publicidad, no; nada más y nada menos que la Coca-Cola[6], una corporación multinacional de origen norteamericano, con inmensos beneficios, que cierra fábricas españolas y despide trabajadores españoles. Cabe preguntarse cómo será el tratamiento informativo que dará Canal Sur a los actuales conflictos laborales que tiene esta empresa en nuestro país, si depende de ella para cuadrar las cuentas con lo que cobra por su publicidad. El fallo técnico de nochevieja, que dejó sin uvas a su audiencia, es una anécdota, incluso graciosa, si se mira en clave andaluza. Igual a la multinacional no le hizo chispitas, y seguramente aún menos a su departamento de marketing, que no debe considerar rentable que se asocie su imagen de marca a la gigantesca cagada de Canal Sur. No sería de extrañar que pidan indemnización o no abonen lo convenido. Y esto también lo pagarán los de siempre.

Como en la fábula de Esopo, hay cosas que son inalcanzables, incluso para Susana Díaz. Por ejemplo, siete de las doce uvas del 2014.

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