miércoles, 23 de enero de 2013

La noche de nadie


La noche de nadie

Héctor Muñoz. MÁLAGA.

Víspera del cumpleaños del Jefe del Estado español, el rey Juan Carlos I. Antevíspera de Reyes Magos, 2013, en plena crisis. Dan por la primera “La noche del Rey”, un programa especial de la televisión pública para conmemorar el 75 aniversario de su ilustre nacimiento.

Tras una breve presentación, el plato fuerte: la anunciada entrevista de Jesús Hermida, trece años después de la última que tuvo a bien conceder Su Majestad. A continuación, un documental con monólogos de diversos personajes conocidos, de la generación del Borbón, intercalados con imágenes de la más reciente Historia de España, desde la victoria franquista al movimiento 15-M en la Puerta del Sol.

De la entrevista poco hay que decir, no tanto porque ya la han analizado sobradamente ―más que por su contenido, por la escena formal de la emisión televisiva― sino por su vaciedad informativa. Podría resumirse como el encuentro entre un viejo rey, de aspecto bonachón y anfibia papada, con un enjuto y mítico periodista, ambos decididos a no hablar de casi nada durante casi veintiún minutos, ante la mirada de un hijo de Felipe V, que parece señalar un libro en el retrato que preside la estancia. Y poco más. Acaso exponer lo que la opinión pública ―exceptuando a los cortos de siempre, que no son pocos, y a los interesados de toda la vida― piensa de la razón del evento: un real lavado de cara, tras los avatares que ese pobre servidor público lleva padeciendo entre yernos-rana y elefantes muertos.

Del documental tampoco es que haya para escribir un pliego. Con la excusa de obsequiar al Rey de España destacando su figura y encumbrando su papel político en momentos complicados ―23-F, cómo no―, trata de apelar al socorrido “espíritu de la Transición española”, hibridándolo con la consigna “podemos”, que tantos días de gloria deportiva ha dado a este país en los cuatro últimos años, justa y casualmente los mismos que han aprovechado los listos para expoliarlo. ¡Oé, oé, oé, oeeeé!

Entre los personajes de “la quinta del Rey” que aparecen opinando y relatando sus vivencias, dificultades y peripecias, no están muchos ―y sobre todo muchas― que debieran estar. Que Ángel Nieto viviera en un sótano antes de ganar una carrera, o Manolo Santana descubriera el tenis llevándole un bocadillo a su hermano, recogepelotas de un club de ricos, no aporta gran cosa ―con todos los respetos― a la memoria colectiva de muchos ciudadanos que, hoy, siglo XXI, hacen cola para sellar el paro o comer un plato de lentejas. Pero es que tampoco aporta nada a los que tienen trabajo y sueldo, por lo que les ha costado llegar y lo difícil que se lo están poniendo, sin comerlo ni beberlo.

Ni siquiera la exquisitez de Antonio Gala es capaz de vencer al desánimo, pero se agradece: “He querido y querré, hasta el fin, a España. No tengo contaminación alguna de ningún amor superior al suyo; la amo, seria y continuamente”. Al menos, un rayo de belleza entre tanta farfolla.

Los críos, inquietos por la inminente llegada de sus reyes, los de verdad, los suyos, los que les van a traer los ansiados regalos, son ajenos a estos asuntos y hay que recordarles que no es la noche de reyes. Los padres, cansados, pacientes, resignados ante el televisor, ven que tampoco es la noche del Rey. Es la noche de nadie.



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