martes, 15 de mayo de 2012

ENTREVISTA A ANTONIO HERRERA




ANTONIO HERRERA
Secretario general de la Unión Provincial de CC. OO. de Málaga

“Me caracteriza la rebeldía”


Héctor Muñoz, Málaga

Cabeza rapada, cerviz empotrada, yugulares de a dos dedos, corazón de león. Detrás de un megáfono, el líder sindical denuncia los recortes sanitarios del Gobierno de Rajoy a las puertas del hospital Carlos Haya, en el que trabajó como enfermero de quirófanos hasta pasar definitivamente a la acción sindical. A sus 61 años, este malagueño de Pedregalejo sigue siendo un fajador incansable en la sempiterna batalla por los derechos sociales. Se diría que la llegada de un gobierno conservador ha rejuvenecido su espíritu de lucha, pero él no comparte esta apreciación porque dice haber mantenido siempre “un espíritu crítico y de rebeldía, con el gobierno A, con el B o con el C”.
            Con muchas tablas en esto de las entrevistas, torero y valiente, se abre sin reservas: “no hay preguntas indiscretas, hay respuestas indiscretas”. Valora el trabajo de los periodistas y es conocedor de la precariedad laboral y la sumisión que imponen los intereses de los grandes grupos mediáticos y sus líneas editoriales. “El periodista está maltratado”. Sobre la mesa tiene tres diarios porque considera que debe documentarse continuamente.
            “Mi abuelo era listero en la fabrica de Larios, el encargado de hacer las listas con los turnos, puestos y salarios de los trabajadores, algo así como un capataz. Mi padre, ferroviario, quería que yo fuese médico, pero en aquella época solo estaba al alcance de los ricos. Aún así pude estudiar Enfermería en el Hospital Civil”. Con ese torrente verbal que lo distingue, desgrana con detalle algunos pasajes de su infancia y juventud, habla de personas que le marcaron, como su tía, una excelente matrona que ayudó a traer al mundo hijos de burgueses y de obreros: “era una gran profesional que me dejó una huella permanente, pero murió demasiado joven”. Recuerda el servicio militar como una pesadilla que todavía se cuela en sus sueños. No tuvo otra ocurrencia –en plena dictadura franquista– que encabezar una protesta por la comida que servían a los reclutas; “no me hicieron un consejo de guerra porque todavía no había jurado bandera, pero me destinaron a otro lugar y me hicieron la vida imposible”. Aquel joven apuntaba maneras.
            Tener que abordar temas tan distintos en el desempeño de su actividad sindical le obliga a actualizar sus conocimientos, aunque “lo más importante es dotarse de un buen equipo de trabajo, porque uno no puede saber de todo”. Hace unos días presentó en rueda de prensa, junto al catedrático de la UMA Juan Carlos Rubio, un convenio de colaboración entre el sindicato y la universidad “para crear y mantener una cultura de riesgos laborales en empresarios y trabajadores, mediante encuestas y estudios conjuntos”. Durante los años en los que ejerció su profesión, también trabajó en urgencias. En su opinión, la presión y el estrés que sufren estos profesionales son infravalorados por la administración como causa de muchos problemas de salud ocultos, que tarde o temprano se manifiestan.
            Julio de 1977, Málaga, cine Las Palmeras. Los ojos azules, detrás de unas gafas ovaladas tipo hippy, brillan con el recuerdo: “fue la presentación en sociedad de CC. OO. tras su legalización. Allí se formó la Unión Provincial y su equipo dirigente”. En uno de sus libros, Alfonso Martínez Foronda, filólogo y escritor, cita a Herrera como uno de los que siempre han defendido la autonomía del sindicato frente a partidos y gobiernos. “Eso es cierto al cien por cien y me ha dado más de un problema con el sindicato y con algún partido político”. Hemos entrado en su terreno natural. Con ese gesto tan suyo, irguiendo el dedo índice para puntualizar –no para amonestar o amenazar–, repasa algunos momentos en los que tuvo que defender esa independencia. “Hay que tener en cuenta que tras la muerte de Franco, el movimiento obrero era la punta de lanza en la lucha por las libertades, y era inevitable la asociación con los partidos de izquierdas, particularmente el PCE, pero tras el golpe de estado [23F] dichos partidos ya estaban maduros y no tenía sentido que una organización sindical se dedicara a la política, porque para eso ya estaban ellos. En Comisiones Obreras nos aplicamos solo a lo nuestro, a defender los derechos laborales como ya veníamos haciendo, incluso infiltrados en el antiguo sindicato vertical. No íbamos a hacer una huelga o una manifestación si no era conforme a nuestros propios criterios”. Inevitablemente salta a la palestra la huelga general del 14 de diciembre de 1988, convocada por CC. OO. y UGT contra la política económica del gobierno socialista de Felipe González, “que sacó una reforma laboral con contratos basura para trabajadores jóvenes”. Sin disimular su orgullo, Antonio explica cómo “el seguimiento masivo de la población paralizó el país durante 24 horas, obligando al ejecutivo a negociar con los sindicatos. Las calles estaban vacías y hasta los trabajadores de RTVE provocaron un apagón histórico a las 12 de la noche. Recuerdo que íbamos de piquete por las calles de Carranque y no podíamos ni desayunar porque estaba todo cerrado, pero encontramos una tiendecita medio escondida; al vernos llegar, la dueña comenzó a cerrarla deprisa y la tuvimos que convencer de que solo queríamos comprar algo para comer”.
            Suena su teléfono móvil. “Sí, sí, en un rato estaré en casa”. Sin perder el interés por continuar la entrevista, apurando el café y el bollo, habla de su vida privada. “En mi tiempo libre me dedico sobre todo a la familia, a mis hijos y mis nietos”. Hablando de niños, recuerda con entrañable cariño aquel 5 de enero de 1999 disfrazado de rey Baltasar en la cabalgata municipal. Un republicano, rey por una noche. Ni siquiera sabe que aquello había merecido un editorial –algo ambiguo, dicho sea de paso– en El País, y se sorprende al conocer dicho dato tanto tiempo después. Ese fue su último año como concejal del ayuntamiento de Málaga. En 1997 había roto la disciplina impuesta por la formación política a la que pertenecía, IULV-CA., la cual apostaba por abstenerse en la votación de los presupuestos de Celia Villalobos: “voté en contra porque eran unos presupuestos insolidarios. Me llovieron tortas por todos los lados. Ya no era cuestión de que con la abstención se favoreciera al PP; lo grave de tal decisión consistía en que era contraria al programa que habían votado nuestros electores. Pasé al grupo mixto, pero no entregué mi acta a pesar de las presiones”. Tildado de tránsfuga se mantuvo firme en su criterio; la condición de tránsfuga político conlleva un significado peyorativo, el de traidor, lo que a una persona honesta puede herir. “No sólo no me dolió, sino que me siento orgulloso”. Coherente hasta las últimas consecuencias, como siempre, Antonio Herrera abandonó posteriormente el PCE, “pero no mis ideas comunistas”. Confiesa haber sido “muy dogmático hasta los años 90, pero –sin ser ni mucho menos un pragmático– la vida y los años te enseñan que hay más matices”. Sea como fuere, en las siguientes elecciones, IULV-CA. sufrió una derrota histórica perdiendo seis de los nueve concejales que había ganado en 1995.
            Nuevamente el móvil. Su familia se impacienta. Habla de Antonio Romero, Anguita, Sánchez Gordillo y Fidalgo, exsecretario general de CC. OO., al que no sigue como tertuliano del programa radiofónico de Onda Cero, conducido por otro Herrera, Carlos: “no, no, no lo oigo. Mira, José María y yo conservamos una buena amistad pero no tenemos que estar de acuerdo en todo”. Antonio podría estar en Madrid, pero ni tiene ambiciones políticas, ni quiere despegarse de su tierra: “no paso ni de Despeñaperros para arriba”. Aún tiene tiempo para hablar del mercado, ese engendro invisible y espectral sobre el que lamentablemente tenemos que leer, ver y oír a diario. Para él no es nada abstracto: “los mercados tienen nombres y apellidos. ¿Quieres que te de alguno? Botín, Isidoro Álvarez y todos los que dirigen las empresas del Ibex 35. Es la gran estafa mundial, con el consentimiento de los gobiernos. El capitalismo pudo ser frenado por la lucha obrera en el siglo XX. Ahora ha vuelto, disfrazado de mercado, y nos está diciendo: ‘devolvedme el rosario’. Ésta es su revancha”.
            Antes de finalizar hablamos de la competencia profesional: médicos, periodistas… Resume el asunto con una frase del mítico matador de toros Juan Belmonte, que al ser preguntado: “¿cómo se torea maestro?”, respondió: “se torea como se es”.
            Antonio Herrera escribió una vez: “lo más valioso que una persona puede dar a los demás es su tiempo”. Si lleva razón, hoy lo ha dado todo. Mañana toca pelear de nuevo.

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